Somos lo que comemos

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La relación existente entre lo que el animal come y cómo se comporta es motivo de debate desde hace varios años.

La frase “somos lo que comemos” jamás tuvo tanto sentido. Cada día se descubre nuevas con respecto a la relación de la dieta con todo: con la predisposición a padecer determinadas enfermedades, con la longevidad e incluso con los cambios de humor.

En el caso de los animales de compañía, los alimentos existentes en el mercado son cada vez más sofisticados. Las empresas fabricantes invierten en investigación para ofrecer a los consumidores productos cada vez más específicos para satisfacer las posibles necesidades de sus mascotas. La segmentación de los alimentos según edad, tamaño, raza, estilo de vida, etc. Es algo ya habitual en este sector.

De manera paralela, el interés por conocer si la alimentación puede influir en el comportamiento de los animales ha crecido en los últimos años. Aunque aún no hay demasiadas investigaciones y los resultados son considerados concluyentes o no en función de que bibliografía consultemos, es un campo muy interesante y con mucho futuro.

Enfermedad y comportamiento.

Proporcionar una buena alimentación al perro y al gato es algo muy importante en todos y cada uno de los aspectos de su vida. Una dieta equilibrada es indispensable para que el animal tenga una salud óptima.

Cuando pensamos en la relación que puede haber entre alimentación y comportamiento, tendemos a pensar en la acción que determinados ingredientes pueden tener sobre el cerebro del animal y que pueden ocasionar cuadros de miedo o agresividad. Sin embargo, los veterinarios pueden ver todos los días casos en los que esta relación entre lo que el animal come y cómo se comporta es clara. Un claro ejemplo son las alergias alimentarias. Cuando el sistema inmunológico de un animal reacciona ante la ingestión de un determinado compuesto, el sistema más común es un picor intenso que puede llevar al animal a rascarse e incluso morderse sobre todo en patas, axilas e ingles, en el caso de los perros, y la cabeza y orejas en el caso de los gatos.

En casos de alergia a ingredientes como determinados colorantes y conservantes podemos ver que el animal muestra hiperactividad junto con esta conducta de automutilación en los casos más extremos.

Hormonas y alimentos.

Existen muchos nutrientes que son precursores de hormonas; es el caso, por ejemplo, del triptófano, un aminoácido a partir del cual se sintetiza un neurotransmisor llamado serotonina. Esta sustancia tiene muchos efectos en el organismo, entre ellos la inhibición de algunas conductas. Se ha comprobado que los fármacos que impiden la síntesis o liberación de serotonina aumenta la conducta agresiva; así mismo, dietas bajas en triptófano incrementan este comportamiento en algunas especies, mientras que la administración de este aminoácido lo reduce.

Hay dietas que tienen un contenido bajo en triptófano pero alto en otros aminoácidos como la tirosina o la leucina que compiten con este por atravesar la barrera sanguínea del cerebro.
Debido a esta competencia, en teoría la síntesis de serotonina se reduce y por lo tanto hay un mayor riesgo de desarrollar una conducta agresiva. Utilizar una dieta rica en triptófano pero con un bajo contenido en estos otros aminoácidos hipotéticamente mejora un cuadro de agresividad. En la práctica, sin embargo es muy complicado conseguir la combinación adecuada, ya que existe el riesgo de que un desequilibrio en los aminoácidos produzca anorexia y otros cuadros derivados de la nutrición deficiente.

Por otro lado, la serotonina no es la única sustancia que influye en la aparición de una conducta agresiva, la dopamina o incluso la norepinefrina (aunque el papel de esta última no está muy claro) también es importante.

Otras relaciones.

Podemos encontrar la relación entre alimentación y comportamiento cuando el animal padece alguna enfermedad. Por ejemplo, la diabetes mellitus se caracteriza por poliuria/polidipsia (el animal bebe y orina más de lo normal). Una dieta con una cantidad de fibra mayor puede regular la absorción de glucosa y por tanto atenuar esta conducta.
Por otro lado, se ha comprobado que la comida puede afectar al metabolismo de determinados fármacos que se utilizan para el control de la epilepsia y, por tanto, esto tendría efecto sobre el comportamiento en lo que respecta a la frecuencia y la duración de las convulsiones.

Es necesario realizar más investigaciones para comprobar hasta qué punto determinados ingredientes de una dieta pueden influir en el comportamiento animal; sin embargo, cada vez son más conocidos estas efectos y en el futuro es posible que la modificación de la alimentación pueda reducir en parte el uso de determinados fármacos con el beneficio para la salud del animal que eso conlleva.

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